Carisma


 

La formación inicial de Marie Poussepin está marcada por una doble influencia: La de su familia, donde debe asumir grandes responsabilidades; desde muy pequeña Marie sabe hacer del trabajo y de la prosperidad la ocasión de promoción humana y social de los jóvenes aprendices de la fábrica de medias de su familia. Además, y no menos importante, es la educación cristiana que recibe de sus padres y de su párroco. La de la Cofradía de Vicente de Paul, quien da una significación muy concreta a la "caridad", por el cuidado activo de los pobres, enfermos, prisioneros y la enseñanza de los niños. Con su madre. Juliana Fourrière, desde muy pequeña practicó esta caridad que más adelante llega a ser "el alma de la comunidad". En 1692 aparece una tercera influencia que tendrá gran importancia en la vida de nuestra Fundadora. El Sacerdote dominico François de Mespolié gran predicador de la época, llega a Dourdan y se convierte en su consejero fiel; la consagra como Terciaria Dominica con el nombre de "Catherine". Así Marie Poussepin madura en su fe y profundiza la espiritualidad de Santo Domingo de Guzmán. En 1696, Marie deja Dourdan ciudad próspera y va a Sainville un pequeño pueblo devastado por la miseria y las epidemias, que han dejado a gran número de niños sin familia y sin techo. Más tarde escribe Marie "La ignorancia era grande por no decir más".


Allí inicia su vida religiosa y funda una Comunidad de la Tercera Orden de Santo Domingo para la instrucción de las jóvenes y el servicio de los pobres enfermos. Al comienzo las Hermanas profesaban como Dominicas de la Tercera orden pero en 1724 el Obispo de Chartres, Monseñor de Merenville les exigió dejar el nombre de Dominicas para aprobar las Cartas Patentes. Dejar el nombre no significó de ninguna manera apartarse del Espíritu, pues después de 28 años, la vida espiritual de las hermanas estaba inspirada por el espíritu y los Reglamentos de la Tercera Orden de Santo Domingo. En el siglo XIII Santo Domingo de Guzmán fundó al sur de Francia las Monjas de clausura y los frailes pero, como lo reconoce el "Año Dominicano de Lyon" en su edición de 1898, página 286 fue Marie Poussepin quien en el siglo XVIII hizo real la HERMANA DE LA CARIDAD DOMINICANA, que hasta ese momento no existía.
La contemplación y el apostolado van fuertemente unidos en el carisma de la Congregación de la Presentación a quien Marie Poussepin en su testamento recomendó: "Yo deseo y recomiendo de todo corazón ... mantener el celo por la instrucción de las niñas pobres que puedan necesitarla, tanto espiritual como temporalmente, el espíritu de pobreza y el amor al trabajo".

 

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