A Jesús se le acerco muchas personas como de costumbre, pero un hombre en particular se le acercó y le imploró que le ayudara a sanar a su hija, también había una señora que llevaba muchos años enferma con una hemorragia en la cual había gastado su dinero para sanar, pero entonces, ella se le acercó y le tocó el manto, pensando que con eso sería sanada, y así fue, inmediatamente todas sus heridas se cerraron, Jesús sintió esto y preguntó quien le había tocado, la mujer se le acercó y le con todo toda la verdad, a lo que Jesús respondió “Tu fe te ha sanado” en eso el padre de la hija se ha dado cuenta que su pequeña había muerto y le decían que ya no molestara más a Jesús, pero Él escuchó aquella conversación entonces, le dijo, no temas basta con que tengas fe, ya en los aposentos de la niña, solos con su padre y madre le llamó mientras tocaba su mano, es así como su hija volvió a la vida.
Este es un Evangelio hermoso y muy prometedor para iniciar este mes de febrero, pues habla de la fe que espera atenta al llamado de cada uno de nosotros, muchas veces nos encontramos en situaciones de las cuales creemos que no podremos salir bien librados pero en realidad, con solo tocar el manto de nuestro Señor con fe seremos escuchados y ayudados, Jesús nos elige al azar a quién ayudar, Jesús acude a quienes le buscan y creen en Él, porque es precisamente la fe nuestra gran salvación, a veces cuando nos sentimos tan vacíos y solos, creemos que ya no tenemos más salida, pero la solución a todo esto, la tenemos dentro de nuestros corazones, es nuestra fe, porque Jesús está para nosotros.
El episodio del hombre endemoniado que vivía entre sepulcros es un relato que se presta a muchas lecturas, pero que entiendo muy actual. En la orilla del Mar de Galilea es donde Jesús llama a sus primeros discípulos.
Jesús le pide a los que ha salvado que, en vez de embarcarse con él, sean sus discípulos entre la gente del lugar. Todo un mensaje a los que formamos la Iglesia para que seamos conscientes de cuáles son nuestros campos de misión.
La gracia de Dios actúa en nosotros sin darnos cuenta, sólo exige de nosotros que la acojamos en nuestro corazón, así como la tierra acoge la semilla.
El Evangelista Marcos recoge dos parábolas relacionadas con la agricultura, con las que Jesús enseña los secretos del Reino de Dios. Ambas parábolas nos hablan del comportamiento de la semilla para llevarnos a la comprensión del actuar de Dios en nuestra vida. Es interesante señalar el hecho de que “germina y va creciendo”, sin prisas, pero sin pausas; nosotros muchas veces somos impacientes, con nosotros y con los demás, queremos cambios rápidos.
Jesús continua con su discurso en parábolas Es manifiesto que el candil es para alumbrar. Si no lo hace, está de sobra. La dificultad está en la frase: “si se esconde algo es para que se descubra; si algo se hace a ocultas es para que salga a la luz”.
La frase “El que tenga oídos para oír que oiga”. ¿Quién tiene oídos para oír?, esto probablemente se refiere a que tan dispuestos a escuchar la palabra de Dios, que tan atentos estamos para recibir el Evangelio y así mismo comprenderlo.

 

Pues bien, atendamos a las palabras de Jesús: “la medida que uséis la usarán con vosotros y con creces”. ¿No es una clara invitación a que antes de juzgar negativamente al otro, tratemos de comprenderlo; de tener oídos a lo que puede decirnos?

El Santo Evangelio de hoy nos muestra como Jesús hablaba en refranes a sus discípulos, y así ellos poco a poco fueron comprendiendo realmente lo que significaba el reino de Dios. La parábola del sembrador era originariamente una llamada a la esperanza: las cementeras frustradas no debían hacer perder de vista el éxito final; el sembrador impertérrito es modélico en esto.

El Evangelio de hoy nos recuerda la importancia de predicar el Evangelio de hoy, en consecuencia, el Evangelio de hoy nos sitúa en el apéndice de la catequesis de Marcos, El relato narra la aparición de Jesús a los Once y el mandato misionero (que también aparece en el Evangelio de Mateo, Lucas y Juan).
Todos podemos predicar la Palabra del Señor, pero son pocos los que realmente logran comprender los reales mensajes que Jesús nos desdobló a través de sus apóstoles, por eso es tan importante actuar conforme a nuestros conocimientos y a medida que nos vamos entregando a la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

Una vez más los escribas intentan acorralar a Jesús con sus enredos y paradojas. Quieren hacer ver al pueblo que incluso los milagros, las curaciones, que Cristo realiza son obra del maligno, cualquier cosa con tal de poner a la gente en contra de Él. Pero Jesús dijo quizás algo que para muchos suena severo “El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre”. Pecar contra Dios no tiene perdón. Esto es no tiene perdón porque, entre otras cosas estaríamos cayendo en la soberbia de negar la propia existencia de Dios. Por esto debemos encomendarnos totalmente al espíritu Santo para que jamás nos revelemos en contra de Dios y que nuestras vidas se llenen siempre del amor de Jesús.

La llamada del Señor es un privilegio que, aunque muchos podrían tener, pocos lo tienen, es Él el que nos llama a ser sus discípulos, aunque existan personas con misiones diferente de otros, podemos servirle y serle fiel en su obra, como el nos prometió siempre el estará con nosotros, por eso no debemos dudar nunca del camino que el Señor ha elegido para cada uno de nosotros.

Jesús elige a sus apóstoles en la tierra para que cumplan con una misión muy importante como servir a sus hermanos y serles fiel, entre ellos encontramos a nuestras Hermanas religiosas y a los sacerdotes, y nosotros, también estamos llamados a cumplir una misión una vez llegue el llamado del Señor a nuestros corazones.

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