Jesús está en el templo de Jerusalén y observa cómo la gente echa monedas en el arca preparada para recoger las ofrendas.
Jesús presenta el contraste de dos modelos de compartir: los ricos que dan mucho y la viuda pobre que da muy poco; pero el acento no la pone el Señor tanto en la cantidad sino en la calidad.
Jesús pone como modelo ejemplar a esta persona marginada por ser mujer, además viuda y encima pobre. Ella es la que ha echado más que todos.
El Evangelio de hoy nos permite hacernos una pregunta sobre ¿A qué grupo pertenecemos nosotros? A los que compartimos nuestras virtudes con los demás ¿o guardamos aquello que nos hace brillar para nosotros?

Hoy, celebramos junto con toda la Iglesia, la Presentación en el Templo de la niña Santa María.

En el Evangelio de hoy nos encontramos con el momento cuando llegó Jesús a expulsar a mercaderes, que lo han convertido en una “cueva de ladrones”. Los pobres, compradores expectantes de aquel gesto profético, debieron quedar perplejos y en su interior le aplaudirían porque nadie hasta entonces, desde los profetas, se había atrevido a tal acción denunciadora. vemos a Jesús yendo muchas veces al Templo, en él predica y ora, pero nunca le vemos ofreciendo sacrificios ni ofrendas. Él bien sabía que cada uno somos Templos vivos de Dios, que de vez en cuando necesita reparación para así poder recibir a Dios en nuestras vidas.

Las lágrimas que derrama Jesús ante Jerusalén. Muchos de sus habitantes le han rechazado. Les ha ofrecido, su luz, su amor, el camino que lleva al sentido, les ha hablado de Dios como el buen Padre que siempre nos ama.
¿Podría ser que estas palabras Jesús las puede dirigir a nosotros? ¿Hace tiempo, cuando salió a nuestro encuentro, nos pidió que le siguiéramos, pero de corazón le hemos seguido hasta el día de hoy?
Jesús se dirige a Jerusalén y, para algunos, ese propósito indica que el reino de Dios está cerca. Él quiere persuadirlos de que esa llegada no es inminente y de que hay que seguir trabajando.
La lección de la parábola sirve para todos los tiempos, aunque los contemporáneos de Jesús estuvieran persuadidos de que el fin llegaría enseguida. Se trata de emplear inteligentemente y sin demora los bienes que se poseen.
Desde que nacimos Dios no ha proporcionado todo cuanto hemos necesitado, por eso la pregunta para hoy es ¿Hemos agradecido a Dios por cada uno de los bienes que poseemos?
El Evangelio de San Lucas nos presenta en este relato como, lo que se pudiera considerar como una dificultad, resulta ser la catapulta para conseguir la salvación.
Jesús llega a Jericó y atraviesa la ciudad, y Zaqueo, jefe de publicanos y rico, o sea, oficialmente pecador para los judíos, al ser de estatura baja, se sube a un sicomoro para poder ver pasar a aquel de quien tanto hablan, los puristas murmuraban diciendo: ha entrado a hospedarse en casa de un pecador, esto era motivo de escándalo para escribas y fariseos.
la mirada de Jesús, es capaz de convertir a un pecador en hombre misericordioso y bueno, por eso el Maestro declara: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”, y, dirigiéndose a los murmuradores manifiesta que Él ha venido a buscar y salvar. Así mismo en nuestro presente incluso hasta el más pecador tiene una oportunidad con Jesús para salvarse y ser parte del reino de Dios.
La vida está llena de únicas voces, que determinan el caminar de nuestros prójimos. Suelen ser voces opresoras, que tiranizan a las personas, donde se adolece de un sentido justo de la realidad.
La decisión del administrador para esclarecer la fe, la misericordia, y el amor. La reconciliación, el perdonar las deudas, el reducir el peso de las mismas, es lo que condujo al administrador a ser reconocido por el dueño del campo.
“Alégrese conmigo” Los Cristianos somos los que seguimos a Jesús y Dios, pero los pecadores son aquellos que han decidido vivir una vida en la que, no siguen ninguna clase de ley, pero es muy valioso resaltar como Jesús ama por igual tanto a justos como a pecadores.
Para Jesús su amor es tan infinito que da la oportunidad a quienes pecan para que algún día puedan ser también merecedores del Reino de los cielos, por eso los ángeles festejan cuando un ser, cuya alma era pecadora, empieza a seguir a Jesús de corazón. Todos los pecadores tienen todas las puertas cerradas menos una y es la del arrepentimiento.   

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